La segunda edición de los Premios de la Cátedra de Humanización de la Asistencia Sanitaria de VIU, Fundación ASISA y Proyecto HUCI, cierra este 31 de mayo el plazo de postulación para las tres categorías que aún permanecen abiertas: Premio a la Mejor Tesis Doctoral, Premio al Mejor Trabajo Fin de Título (nivel Grado o Máster) y Premio a la Mejor Publicación Científica.
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Los “Premios Cátedra de Humanización de la Asistencia Sanitaria” nacieron con la intención de promover e impulsar la investigación, el desarrollo y la innovación en el ámbito de la humanización de la atención sanitaria y sociosanitaria, así como a fomentar su divulgación. Con este fin, reconocen la excelencia del trabajo asistencial y/o investigador realizado por los profesionales, investigadores y estudiantes universitarios sobre Humanización en salud, buscando también favorecer su continuidad y colaborar en la difusión de los mismos.
Para conocer más a fondo las características que busca celebrar el premio, le pedimos a las y los ganadores de la edición pasada, de las categorías Mejor Tesis Doctoral y Mejor Publicación Científica, que nos explicaran algunos aspectos básicos de los trabajos con que resultaron premiados.
La ganadora de esta categoría, Gemma Via Clavero, es enfermera, docente e investigadora. Se hizo con el galardón por su tesis “Intención de usar contenciones mecánicas en las unidades de cuidados intensivos: diseño de un instrumento y factores relacionados”.
¿Nos puedes explicar, de manera resumida, en qué consiste tu tesis?
El uso de contenciones mecánicas en los pacientes críticos es una práctica de bajo valor que causa daño (mayor riesgo de agitación, delírium) y en el que su uso no está respaldado por la evidencia científica. Pese a ello, continúa siendo una práctica frecuente a nivel mundial con mucha variabilidad en función del hospital analizado. El objetivo de mi tesis consistió en aplicar la Teoría del Comportamiento Planificado, un modelo de la teoría social del comportamiento, para poder explicar los factores que más influyen en la intención de las enfermeras de colocar contenciones mecánicas en las Unidades de Cuidados Intensivos (UCI). Y para ello, había que diseñar y validar un cuestionario en base a esta teoría.
Los resultados mostraron que el modelo predice un tercio de la varianza en la intención de las enfermeras de colocar contenciones mecánicas. El factor que con más fuerza predice la intención es sentir que tienes el control sobre la decisión y que esta es fácil de tomar. El segundo factor fue una actitud favorable hacia las contenciones, especialmente la percepción de seguridad profesional, y el tercero la presión social. Se observó, que la intención de las enfermeras de colocar contenciones mecánicas fue moderada pero que se relacionó significativamente con el hospital de referencia. Asimismo, se observó que las enfermeras de turno de mañana, que han recibido formación previa sobre contenciones y que trabajan en unidades con visita familiar flexible, protocolo de analgosedación y contenciones mecánicas y que son autónomas en el manejo de la analgosedación reportan niveles de intención más bajos. Estos resultados sugieren, que el entorno de trabajo es un factor que podría determinar una “cultura de cuidado” y que el cambio hacia una política de cero contenciones debe ser multicomponente.
¿Por qué escogiste el tema? ¿Nos puedes explicar la relevancia que tiene?
En el año 2014 participé en un programa de intercambio europeo y pude visitar las UCIs del hospital Karolinska en Estocolmo. Allí pude comprobar que es posible cuidar sin atar a los pacientes. La disponibilidad de recursos, la visita familiar abierta y una cultura centrada en el paciente que no contempla la opción de las contenciones me hicieron reflexionar sobre si era posible cuidar sin ellas.
Solo se registran un cuarto de las contenciones que se aplican. Continúa siendo una realidad invisible. Seguir usando contenciones mecánicas tiene impacto directo en el cuidado del paciente porque se ha demostrado que es un factor independiente de delírium y el delírium aumenta la morbimortalidad. Además, los pacientes lo recuerdan al alta. El cambio hacia un menor uso de contenciones debe venir tanto de un cambio de comportamiento de todos los profesionales, como de una mayor responsabilidad de las organizaciones en invertir en formación y en dotar a los centros de recursos humanos y de alternativas, por ejemplo, para promover la movilización precoz, técnicas de distracción y flexibilización del acompañamiento familiar.
¿Qué ha significado el premio para ti? ¿Cómo lo valoras?
El premio a la Mejor Tesis Doctoral de la Cátedra de Humanización de la Asistencia Sanitaria de la VIU, Fundación ASISA y Proyecto HUCI, supone un reconocimiento al trabajo y al esfuerzo y un impulso para seguir investigando sobre temas que afectan al cuidado diario de las personas en un entorno tan hostil y tecnificado como son las UCI. Valoro muy positivamente este premio ya que reconoce las intervenciones dirigidas al cuidado de las personas y, en concreto, al cuidado que vela por la dignidad y el respeto hacia los pacientes.
El premio a la Mejor Publicación Científica se concedió a Luís Manuel Blanco-Donoso, Jennifer Moreno-Jiménez, Alberto Amutio, Laura Gallego-Alberto, Bernardo Moreno-Jiménez y Eva Garrosa por el trabajo “Stressors, Job Resources, Fear of Contagion, and Secondary Traumatic Stress among Nursing Home Workers in Face of the COVID-19: The Case of Spain”.
¿Nos puedes explicar cuáles son las conclusiones principales de la investigación por la que habéis sido premiados?
Los trabajadores de las residencias y centros participantes presentaron una elevada sobrecarga y presión social derivada de su trabajo, así como un sufrimiento importante a causa del contacto con la muerte y el dolor al que estuvieron expuestos. Estuvieron preocupados por la falta de personal y de material de protección para no contagiarse ni contagiar a otros. Y de entre todos los trabajadores, el personal médico y de enfermería fue el más afectado (frente a otros colectivos como profesionales de la psicología, fisioterapia o terapeutas ocupacionales), probablemente debido a su implicación directa en el cuidado de las personas que contrajeron el virus, así como debido a las decisiones extremadamente difíciles que tuvieron que tomar en aquel momento. Entre los profesionales se encontraron también niveles altos de estrés traumático, siendo estos niveles todavía más altos entre aquellos trabajadores de residencias en las que se detectaron casos positivos de COVID-19. También se apreció entre los participantes niveles moderadamente altos de miedo al contagio, miedo que parecía incrementarse entre aquellos profesionales de mayor edad, debido muy probablemente a la percepción entre estos trabajadores de una mayor vulnerabilidad a las consecuencias del virus. No obstante, el estudio también reflejó que, entre los trabajadores sometidos a una mayor carga de trabajo, aquellos que percibían mayor apoyo por parte de sus supervisores experimentaban menos estrés. Además, ante la presión social derivada de su trabajo, aquellos que percibían poco apoyo por parte de sus compañeros, experimentaron también mayores niveles de estrés. Es más, el apoyo que los trabajadores perciben de sus compañeros permitió amortiguar el impacto que estresores como el sufrimiento ocasionado por el contacto con la muerte y el dolor tenían sobre el miedo al contagio.
¿Qué os motivó a realizar este estudio?
Cuando se declaró la pandemia de COVID-19 en marzo de 2020, el grupo de investigación detectó la necesidad de evaluar de inmediato los riesgos psicosociales a los que podían estar expuestos los profesionales que desarrollaban su actividad laboral en residencias y centros de mayores, debido a su rol fundamental en el afrontamiento de esta crisis sanitaria. Esta situación fue especialmente dura para este colectivo laboral debido principalmente a la falta de personal sanitario y de recursos materiales, así como a las características de la población con la que trabajan. No obstante, el grupo detectó que la mayoría de los esfuerzos y el foco de atención prioritario en la investigación se estaba poniendo sobre el personal sanitario de los hospitales y los centros de salud. El equipo quiso así contribuir desde sus posibilidades a analizar y visibilizar la situación de estos trabajadores.
¿Qué enseñanzas podemos derivar de los resultados que habéis encontrado con este estudio?
Necesitamos evaluar e identificar apropiadamente los riesgos psicosociales a los que están expuestos los trabajadores sanitarios de residencias de mayores, con el fin de prevenir su aparición y mitigar el impacto que pueden tener sobre su salud mental y física. También nos obliga a intervenir en aquellos casos donde el daño psicológico ya está presente. Uno de los aspectos que más ha evidenciado esta crisis es la relación entre la seguridad, los equipos de protección y la salud mental y bienestar de los trabajadores. Los riesgos laborales se encuentran interrelacionados, no pueden considerarse aisladamente, y como hemos visto durante este tiempo, el riesgo por contagiarnos del virus como trabajadores por la falta de equipos de protección y la ausencia de protocolos iniciales se relaciona también con la presencia de riesgos psicosociales como el estrés laboral. Una de las cosas que también ha evidenciado esta crisis es la importancia de la salud mental del trabajador, como fin en sí mismo, y para alcanzar un bien común, ya sea organizacional, o como sociedad.
¿Qué ha significado el premio que habéis obtenido? ¿Cómo lo valoráis?
Recibir este premio ha sido muy importante para nosotros porque es un reconocimiento al trabajo que tiene detrás una investigación y artículo como éste. Te anima a seguir investigando, desarrollar ideas y poner en marcha más proyectos. Además, nos ha hecho especial ilusión que la comisión evaluadora haya valorado la importancia que tiene atender a los riesgos psicosociales laborales como una forma más de humanizar los cuidados a los profesionales sanitarios, premiando un trabajo que tiene claras implicaciones prácticas para la salud de los y las trabajadoras.
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